Paulina Rubio (Ciudad de México, 1971) es una gatita y una leona. Depende del momento. Y ella maneja el mood del día a su antojo, porque por algo es una pop star. Más de 40 años de carrera artística la avalan: comenzó siendo una estrella infantil en su país y sobrevivió a otros juguetes rotos. Debutó en solitario en 1992 y, desde entonces, fue apodada con el título de su primer álbum, La chica dorada.
También ha sido actriz, modelo, presentadora y empresaria, pero en su ADN manda la música. Tras unos años de silencio discográfico, la mexicana pasó por España para presentar su último single, No es mi culpa, que, además de poner a bailar a sus fans, provocó tanto revuelo mediático que aún se comentan sus salidas de tono y, sobre todo, sus gafas de sol. «¿Qué le pasa a la gente con mis gafas?», pregunta acomodándose en un sofá. «Son mi mampara, son mi escudo, son mi momento vulnerable», aclara. «¿Te importa si me las pongo?».
Viendo a Pau –como la llaman sus allegados– acurrucándose como una gata buscando su sitio, parece otra mujer muy distinta a la explosiva diva que ha hecho bandera de la libertad sin filtros. Esta vez se muestra cálida y amistosa, habla en tono casi susurrante, gesticula abrazando su gabardina, se encoge y se estira, salpicando frases con palabras en inglés y alguna risotada gamberra. No ha transcurrido ni un año desde que su madre, la actriz Susana Dosamantes, falleciera de cáncer de páncreas en Miami, donde se trasladó para vivir junto a su hija. Paulina ya ha pasado al quinto piso –como se refiere a la cincuentena– y es una mujer que compagina su carrera con la crianza de sus dos hijos... pero, cuando habla de su mamá, vuelve a ser una niña.
Has conocido la fama prácticamente desde que naciste. ¿Cómo se vive esa exposición de puertas adentro?
En casa sólo soy la mamá de Nico, la mamá de Eros, la hermana de Enrique... Disfruto con cosas muy simples, de la naturaleza y de vivir al lado del mar. Eso me da mucha paz, lo necesito para anclar. Pero también tengo a la vez muchas ganas de resetear, de cambiar de piel.
Pero parece que has vuelto más disfrutona que nunca.
La pandemia lo puso todo en perspectiva, nos abrió la mente y nos hizo establecer prioridades de supervivencia. Sí, he salido más gozosa que nunca, más agradecida que nunca. Para mí, ha supuesto un antes y un después.
¿Puedes hablar ya de la pérdida de tu mamá?
Sí, puedo, pero pese a que han pasado meses, para mí son días, minutos... Estoy en ello. Siempre digo que el duelo no tiene un bypass. Aunque vivirlo de la mano de los niños es gratificante, porque ellos me dan mucha fuerza. Eso y también el silencio, que es muy importante en este momento. Ahora estoy empezando a entender que nunca voy a trascender la muerte de Susana, porque siempre va a vivir en mí, soy una extensión de ella. Pero ¡qué fuerte ha sido! Hasta que no se ha muerto mi madre, yo no he entendido realmente que vamos a morir todos. Es que ¿cómo no somos budistas?
"No sé si soy justa, pero sí honesta. Y muy fiel, muy lógica... Luego tengo una fiera dentro"
¿Te preocupa la muerte?
Ya no, porque contemplo la reencarnación. Yo no creo en el cielo, pero sí en el dharma, en el karma, en cerrar ciclos y en tratar de no hacer daño a los demás. Porque, después de que se te muere la mamá, ya cualquier cosa puede pasar. No sé si soy justa, pero sí honesta. Y muy fiel, muy lógica... Luego tengo una fiera dentro. Soy el gatito león. Por lo menos soy consciente de que poseo esas dos partes. Y también pienso que si no las tuviera, la gente me hubiera arrollado diez veces más: me despeino y sigo bailando.
¿Han intentado domesticar muchas veces a esa gata?
Muchas, sobre todo han intentado cortarme las alas. A menudo mi personalidad es muy juzgada. Pero ha tenido que ser así, porque he querido algo. Soy muy sarcástica también...
El humor es una herramienta de supervivencia.
Para mí ha resultado un elemento muy sanador. Y burlarme de mí misma, un ejercicio de alivio.
Parece que te pasas la vida reinventándote.
El yoga me ha salvado, igual que la música. En este trabajo tienes que ser muy disciplinada para dar tus steps, para que funcione todo lo demás. Con verdad, con práctica, con meditación... Ser una artista niña, luego pasar a tener un poco de notoriedad y después mantenerte. Eso es lo que más ha costado, porque es mucho tiempo. Y a veces te dices que es demasiado. Pero vuelvo al principio, a la familia, a los amigos. Soy muy workaholic, porque disfruto muchísimo de lo que hago, del público. Sin embargo, cuando tuve a mis hijos cambiaron las prioridades. Ellos me sanan a mí y yo los sano a ellos. Aunque, definitivamente, la meditación y la gratitud son las que me han ayudado a sobrepasar el dolor, y ha sido milagroso.
Tú eras más pequeña que tu hijo mayor cuando empezaste en el mundo del espectáculo. ¿Imaginabas esto?
Lo soñé, lo quería, lo deseaba, hasta lo rezaba, aun siendo muy atea. Pero lo logras a través de mucho esfuerzo y disciplina, y entendiendo pronto que la suerte no existe y que la constancia da sus frutos.
¿Alguna vez has pensado tirar la toalla?
En ocasiones sí, pero es que soy un ser humano. A veces te preguntas qué hacer... Y dices: «Pues a tomar por culo». Pero al rato te calmas y reflexionas: «¿Por qué? Si mañana es otro día. ¡Mañana empezamos de nuevo!».
Llevas 40 años de carrera, se dice pronto...
¡Y qué maravilla poder seguir disfrutando! Tener canciones en cuatro décadas y ser número uno durante tanto tiempo, la verdad, mola. Me siento muy afortunada y querida. Pero deseo más, ¡quiero guerra! Ahora, con un catálogo de más de 1.200 canciones, tengo muchos proyectos, como hacer una obra de teatro y unas doc series. Me gustaría organizar un Paulina and friends para recaudar fondos para una ONG, y trabajar para la Asociación de Cáncer de Páncreas, que de eso se fue mi madre... Son planes que me mantienen muy conectada con mi verdad.
Aunque a veces se te ha cuestionado en los medios.
Pero te vuelves de una piel muy gruesa. Al empezar siendo una niña, enseguida aprendes a tener esa poker face de “no me importa nada”. Por eso me digo: «Tú me quieres dar la vuelta, aunque no te vas a aprovechar de mí, porque yo tengo el control de esta entrevista». Aun así... ¡se han pasado un huevo! A veces han sido muy crueles. ¿Tú sabes lo que es sufrir bullying masivo? Entonces vuelves a tus pasos, al “¿qué quiero hacer de aquí a la una?”. Porque a la una acaba todo, porque tengo a mi niño que está saliendo de la escuela y quiero estar ahí.
"Yo tuve la fortuna de contar con mujeres que me empoderaron todo el tiempo. Me dijeron: «Tú puedes, lucha, pelea. Y si te caes, vuélvete a levantar. Y si te dan un no, después hay cinco síes"
¿Te consideras feminista?
¡Es que indudablemente lo soy! No me siento un artículo, no me siento un objeto. Tengo alma y tengo espíritu, y quiero que me paguen lo mismo que a ellos.
¿Nunca has sentido envidia de los hombres?
¡Ay, no! A los hombres yo los percibo bien en desventaja, son muy predecibles, creo que no van a madurar nunca. Y, OK, me gusta que jueguen, ¡pero yo también quiero jugar! Leo muy fácil a la gente. Es un don que me ha dado el público y estar detrás y delante de cámaras, pero también es esa intuición que nos viene de las abuelas. Yo tuve la fortuna de contar con mujeres que me empoderaron todo el tiempo. Me dijeron: «Tú puedes, lucha, pelea. Y si te caes, vuélvete a levantar. Y si te dan un no, después hay cinco síes».
¿Cómo es la mujer que te gustaría llegar a ser?
Es que no se trata de llegar y llegar, yo ya me siento una mujer muy hecha. Soy mi propia jefa y llevo mi carrera independiente, con mujeres y hombres que han creído en mí. Me siento triunfadora, ganadora. Pero ahora sé lo que deseo hacer: quiero seguir viviendo al lado del mar, ver crecer a mis niños, recogerlos en el campus, ir al soccer o al basket y estar con ellos. Y ahora también me he vuelto muy geisha, me gustan los detallitos, los linos, las flores, el olor agradable de la casa...
¿Y qué es lo que te asusta?
Para mí el miedo representa el oponente, el diablo. No le temo ni a la muerte. La vida se pasa volando, por eso soy consciente de que el tiempo es el latido del corazón y de que estamos aquí de paso.