En los días previos cómo se paladea. La llegada de las vacaciones, el descanso merecido, la desconexión, los pies en la arena, el agua cristalina. El imaginario completo pasa en bucle ante tus ojos mientras apuras las últimas tareas y escribes el Out Of Office. Puede que el ratito dedicado a componer ese pequeño texto sea casi mejor que las vacaciones en sí. Unos días después, ya en otra cama y ya sin rutina, amaneces con el pecho cargado de angustia. ¿Por qué? Te preguntas. Si estoy de vacaciones. No hay estructura en el día. No hay utilidad para tu persona. Socorro. Auxilio. Abriré solo un momentito la app del correo electrónico en mi móvil mientras desayuno, no vaya a ser que en mi ausencia la empresa esté al borde de la quiebra. Miras unos cuantos mails y la sensación de angustia desaparece. Si contestas a uno o dos es más efectivo aún.
La desconexión digital es un derecho que recoge la ley, una obligación de las empresas hacia sus trabajadores. No es siempre una realidad, no siempre funciona en la práctica, pero esa es otra historia, otro artículo. Hoy no hablaremos de jefes abusivos, sino de nuestra incapacidad de desconectar aunque nos dejen, incluso aunque nos instiguen a ello. Para analizar el por qué de esta adicción y aventurarnos hacia el cómo –¡cómo tener unas vacaciones que sean vacaciones!–, hablamos con Teresa Sánchez, profesora de Psicología especializada en adicciones en la Universidad de la Rioja (UNIR); con Amparo Luján, especialista en Neurociencia y en Psicología de las adicciones; y con Mireia Cabero, psicóloga, profesora de Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación en la UOC y coach de alto rendimiento.
¿Por qué no somos capaces de desconectar?
El miedo es una causa común en la que las tres coinciden: miedo a perderse cosas, miedo al aburrimiento, miedo a quedarse atrás, fuera del grupo; a no ser imprescindible. Cuántas veces el trabajo se disfraza de cotilleo, de sentimiento de pertenencia. Así, el miedo que toma forma en los pensamientos propios de una personalidad preocupadiza, angustiada o competitiva, pero que, como explica Amparo Luján, también pueden ser síntoma de un ambiente laboral poco sano. «Bajo unas condiciones normales –buenas relaciones laborales, alta sensación de eficacia con respecto a la tarea que exige el puesto–, no son habituales este tipo de pensamientos. Lo que puede haber detrás son inseguridades asociadas al trabajo (malas, inseguridad con la estabilidad del cargo, etc.–», explica.
El hecho de que llevemos la oficina en el bolsillo tampoco ayuda a la desconexión. «La desconexión lleva tiempo y, cuanto más entremezclados estén nuestro mundo personal y laboral, más habrá que propiciarla», añade Luján. Llevamos el despertador, la cámara que saca fotos, la misma que lee el QR para decidir qué vino beberemos, la aplicación del tiempo, Instagram para fardar un poco. Todo esto es extremadamente útil en vacaciones. Pero también llevamos Outlook, Teams, los grupos de WhatsApp del trabajo… «Tenemos una marcada tendencia a revisar nuestros correos y chats y no se sabe muy bien si es por motivos personales o laborales, ya que en estos dispositivos mezclamos distintos contextos. Para nuestro cerebro, todos los símbolos de mensaje requieren nuestra atención de forma ‘urgente’, pues así está diseñada la aplicación. La incomodidad derivada de obviar esos mensajes es similar a que nos haya picado un mosquito y no rascarnos para aliviar el escozor», explica Luján. «Si trabajo y placer se difuminan en el entorno online, ¿cómo le explicamos a nuestro cerebro que no estamos trabajando, que estamos de vacaciones?».
Y bueno entonces, ¿cómo desconecto?
- Deja el móvil. Así de simple. Suena casi a utopía. Decimos me he quitado Instagram y ya como que nos visualizamos en taparrabos, despidiéndonos de cualquier forma de civilización. Pero realmente no es tan difícil. Puedes probar limitando el tiempo de las apps. Acabarás pidiéndole ‘cinco minutitos más’, pero puede que la culpa por tener que hacerlo evite que revises el mail por aburrimiento.
- Silencia los chats de WhatsApp del trabajo. Nadie necesita tu opinión sobre algo que solo es urgente porque esas personas no están de vacaciones. Piensa que se entregan con tanto fervor a ese debate porque no tienen un mojito en la mano. Tú sí. Usa tus privilegios. Y, por supuesto, borra Teams, Outlook, Gmail, Slack... borra cualquier aplicación que te recuerde que tú, en algún momento, fuiste un ser productivo.
- Ríe la broma a tu primo. Escucha las batallitas de tu madre (pronto serás ella, mejor con conocimiento de causa). Tómate el lío amoroso de tu amiga como el tema más importante sobre el planeta tierra. Sumérgete con tu pareja en vuestra propia comedia romántica. Es decir: haz caso a quien tienes al lado, sea quien sea. Haz lo que no haces durante el resto del año: escucha, atiende, posa la cabeza sobre ese escenario y que no se escape a lo que ahora no es urgente. «Los vínculos físicos reales, cultivar las relaciones humanas de calidad, nos hace depender menos de los vínculos digitales», explica Teresa Sánchez. «Ese chute de dopamina que nos puede dar el responder a un cotilleo sobre la última reunión en el grupo de trabajo también podemos recibirlo –y más fuerte– de quien tenemos al lado».
- Sé y está porque, como apunta la psicóloga y coach de alto rendimiento Mireia Cabero, «en nuestro día a día se posiciona el rendir y el hacer por encima del ser y del estar; y no nos permite poner en valor estos dos últimos verbos que son los que nos construyen como personas».
- Si tu jefe te escribe, aplícale la metáfora del deportista de élite (cortesía de Mireia Cabero): «Si los deportistas de élite no descansan su musculatura mental y emocional después de los Juegos Olímpicos, corren el riesgo de iniciar la nueva temporada sin poder sostener toda su exigencia. Un trabajador, igual. Si quieres lograr un alto rendimiento y un año diferencial a nivel profesional a partir de septiembre, disfruta de lo que las vacaciones vienen a ofrecerte, date el permiso de estar presente para que tu sistema nervioso y tu cerebro, tu musculatura para el alto rendimiento, esté en su mejor nivel cuando regreses».